Los seres humanos tenemos la profunda necesidad de pertenencia, de sentirnos unidos amorosamente a otras personas y de dar y recibir amor.
Cuando somos niños nos llena de alegría y seguridad pertenecer a nuestra familia y sentirnos protegidos y queridos por nuestros padres. A medida que vamos creciendo y saliendo al mundo, nos encaminamos al encuentro con el otro y necesitamos sentir esa pertenencia con otras personas, especialmente con la pareja.
La pareja es un proceso que se va haciendo, elaborando y pasando por distintas etapas, que van forjando la misma o llevando al fin de este encuentro.
La primera fase es “el enamoramiento”, en este momento nos inunda un estado de ilusión, de deslumbramiento, deseo y movimiento hacia el otro. No vemos a la persona como es, sino como queremos y anhelamos que sea, la imaginamos ajustándola a nuestras necesidades. Pero aún en este momento de ceguera algo se abre en nosotros y desarrollamos la capacidad para ver la belleza del otro y su luz.
Poco a poco se va pasando de este estado de ilusión a ir descubriendo al otro, viendo y contactando con la realidad. En este momento llega la desilusión que es el germen de la maduración de la relación, que deja de ser un movimiento incontrolable a una elección. En esta fase de “elección” se da la aceptación de la pareja, del otro, con sus valores, sus temores, sus heridas, su estilo emocional, con lo que tiene y con lo que no. Así se va cimentando un vínculo más profundo en el que te veo y te elijo con todo lo que eres para un camino en común.
Si en este camino la relación prospera, la pareja se adentra y da un paso más hacia “el compromiso” que va más allá de rituales y de las formas que pueda adoptar, es fruto de un proceso donde dos adultos unidos por el amor, la sexualidad y la decisión de compartir su intimidad, consolidan su camino en común creando su propio sistema, con su propia realidad y su forma propia, diferente a las de sus familias de origen. Es aquí cuando dejamos nuestra familia de origen para constituir la propia.
Y en este transitar algunas parejas dan un paso más adelante y llegan a experimentar “la entrega”, que es un amor trascendente y el más generoso posible, dejando a un lado las pasiones egoísta. Como define Joan Garriga, el sentimiento que preside es “Te sigo amando a ti y a todo lo que a ti te dirige, con independencia de adónde te lleve tu propio camino, y también con independencia de adónde me lleve mi propio camino”.
Así caminamos desde el encuentro con el otro hacia la creación de la pareja, en este proceso se da un nivel de intimidad que no se da en otro tipo de relaciones, es un espacio ideal de crecimiento porque nos pone en contacto continuo con nuestros modo de funcionar, costumbres, pautas de relación, hábitos, creencias y nuestras heridas más profundas, es un camino donde nos vamos descubriendo y descubriendo al otro.